NAPOLEÓN PISANI..,

NAPOLEÓN PISANI.., se encuentra en su estudio y les da a todos los visitantes la más cordial bienvenida...

Adelante amigos, siéntanse como en vuestra casa...

sábado, 26 de marzo de 2011

ARMANDO REVERON

Napoleón Pisani Pardi

Silvestre Chacón, Armando Reverón. Asociación Venezolana
de Artistas Plásticos, AVAP, Caracas.

    En 1953, trece años después de haberse creado el Salón Anual de Arte Venezolano, y poco antes de morir, se le otorga el Premio Nacional de Pintura, además de los Premios John Boulton y el Federico Brandt. Como para aliviar conciencias y Armando no se fuera “liso” para el cielo.

    El diez y nueve de Julio de 1889, el niño Armando Julio Reverón Travieso, que había nacido el 10 de mayo de ese mismo año, fue bautizado en la iglesia de la Parroquia Santa Rosalía. Fueron sus padrinos el general Raimundo Fonseca [1] y la señora Josefina Rivas de Alfonso.
    Varios años después, aquel niño se convertiría en pintor, en “un gran post-impresionista”, como lo dijo Alfredo Boulton, pero que nada le debía a quienes años antes, en el taller de Nadar, en París, se habían agrupado para exhibir sus pinturas, que tanto escándalo llegaron a producir en una colectividad todavía seducida por las realizaciones de los artistas neoclásicos.

Alfredo Boulton. Colección
de la Fundación Boulton.

    El impresionismo de Reverón es venezolano. Las formas, los colores, las luminosidades, la soltura gestual que utiliza durante todo el proceso de creación de su pintura, son invenciones suyas, como de él es su necesidad de crear una instalación que lo envuelva, lo proteja, y sea, además, un determinante y obsesivo espacio estético, tan ajustado a una forma de existencia muy próxima a la representación teatral.
    El Castillete fue el resultado de un trabajo espontáneo que se prolongó por más de veinte años. Se construyó lentamente y en armónica comunicación con el proceso creador del artista. Ese sincretismo se evidenciaba claramente al terminar de fabricar una muñeca, o cualesquiera de sus objetos imprescindibles y necesarios para ocupar un espacio en aquella instalación que crecía, que era viva, y producía la gran unidad, unidad que se multiplicaba constantemente en cada acto creador que, a favor de lo estrictamente indispensable y coherente, eliminaba lo que era artificial.
    Dentro de aquella arquitectura de piedra, allá en macuto, muy cerca del mar, Reverón llevó a cabo su extraordinario trabajo como artista plástico, que se manifestaba al ritmo de sus necesidades anímicas que lo inducían a ser algunas veces impresionista, expresionista, gestual, y a reivindicar al objeto de uso utilitario, en el acto maravilloso de convertirlo en obra de arte, como más tarde lo hicieron algunos artistas estadounidenses.

Objetos y muñecas realizados
por Armando Reverón.
Jaula con figuras de
pájaros.











Gio Ponti descubre a Reverón

    Gio Ponti [2], el gran arquitecto italiano que a comienzos de los años cincuenta visitó varias veces a Venezuela, conoció la pintura de Reverón en la casa de Armando Planchart, como él mismo lo dijo en un artículo publicado en la revista DOMUS, número 303, del mes de febrero de 1955: “Donde Armando Planchart, protector de Reverón, vi la primera pintura reveroniana; él fue mi compañero en la emocionante visita a la casa de Reverón, que yo he ilustrado en DOMUS número 296”.
    Ese texto, publicado en julio de 1954, tiene siete páginas, con excelentes fotografías de Grazziano Gasparini, y un croquis realizado por el mismo Gio Ponti, donde se puede apreciar la distribución de los diferentes espacios que existían en el Castillete de Reverón. La revista DOMUS, editada en Italia, y de gran circulación internacional, es, quizás, una de las revistas de mayor importancia dedicadas al arte y la arquitectura mundial. Así que ese artículo acerca de Reverón es, y no creo equivocarme, el más trascendental que se le hizo en vida al pintor venezolano.
  
El arquitecto italiano
Gio Ponti.

    En otro número (349) de la misma revista DOMUS, Gio Ponti declaró lo siguiente: “Déjenme decir de una vez que Diamantina viene a ser el nombre de la casa, debido al patrón en forma de diamante que cubre sus paredes, que estoy feliz de haber construido, porque La Diamantina, con su gran techo colgante, azul de la parte de abajo, es como una casa bajo un ala. Como una casa protegida por una enorme, ligera y trémula ala de mariposa. Vista desde arriba luce como sentada en un prado. Era así como la quería. Estoy feliz porque La Diamantina tiene luz y sombra, porque su arquitectura es de espacios y no de volúmenes. Estoy feliz porque con ella encontré una vía para expresarme, porque pinté sus puertas, decoré y coloreé los techos, fabriqué mi ventana decorativa y mi mobiliario, y colgué un hermoso Reverón, el pintor venezolano que tanto me gusta”.
    Ponti fue un enamorado de Venezuela, como se puede constatar a través de los diferentes artículos aparecidos en la revista que él dirigía: La casa de Villanueva. El Pabellón de Venezuela en la Bienal de Venecia. El Teatro del Este. El modelo de la Villa Planchart. El coraje de Venezuela y El Museo de Arte Moderno en Caracas, de Oscar Niemeyer, fueron algunos de los artículos publicados en DOMUS.

La Villa Planchart, Caracas.

Llegada de Reverón a La Guaira

    En 1918, Armando Reverón se hospeda en la Escuela Santos Michelena, que estaba ubicada muy cerca de la iglesia San Pedro Apóstol y allí dio clases como profesor de dibujo por un tiempo breve, pues el director del plantel, Rondón Márquez, que era su amigo, contrae la gripe española y muere. Reverón también se contagia de esa enfermedad, pero se salva gracias a una “terapia” muy particular, la cual consistía en trotar durante largo rato y luego, todo sudoroso, bañarse con agua fría… Después de aquella dramática experiencia, el pintor decide establecerse en casa de su madre Dolores Travieso, que vivía de Pilita a Mamey 101, en Caracas, acompañado por Juanita Mota, quien poco antes había conocido en unas fiestas de carnaval en Maiquetía. Ella habría de ser su compañera por el resto de su vida.
    Tres artistas, uno venezolano, Emilio Boggio, y dos extranjeros, Nicolás Ferdinandov, ruso, y Samys Mützner, rumano, tendrían cierta influencia en la obra y en el comportamiento personal de Reverón. También del español Zuloaga, tomaría esos misteriosos y maravillosos fondos que se manifiestan en “La Cueva” que es una de las obras magistrales del arte venezolano.

Nicolás Ferdinandov.
Emilio Boggio.












    Pero aquel encartamiento que le producía las obras de esos creadores, se fue diluyendo en el tiempo, de la misma manera como luego Reverón diluía todos los elementos que integran el paisaje, en aquellos espacios de sus telas donde la luz del sol encandila y destruye los contornos. Durante ese período que corresponde a su época blanca, Reverón se tapaba los oídos con gruesos tapones recubiertos de tela. Quizás, al opacar los sonidos del exterior, lograba hipersensibilizar la calidad de su visión, para así mejor explorar la vibración lumínica que sólo percibía a través del color blanco.

En algunas ocasiones, Reverón se
tapaba los oídos al disponerse a pintar.

    Eso sucedía dentro de lo que fue una fantástica instalación artística, en la que la piedra era un elemento fundamental que crecía, se alzaba, cuando se hacía necesario aislarse y proteger aquel mundo que aglutinaba pinturas, muñecas, parasoles, caballetes, máscaras, sudarios, santos, campanas, hilos de alambre, instrumentos musicales ausentes de sonoridad, pero no de poesía, estructuras de bambú, taburetes, marcos, aves, monos, abanicos, banderillas, y a Reverón y a Juanita, por supuesto.
    Al morir Reverón, aquella ingeniosa instalación perdió su encanto. Siendo niño, y en compañía de mi padre, algo de lo extraordinario de ese espacio delirante pude apreciar, cuando visitamos al pintor en su fortaleza de piedras. Años después iba con frecuencia a conversar con Juanita, a la que en una oportunidad, y con motivo de estar organizando una exposición de artistas populares del litoral central en la Biblioteca José Maria Vargas de Macuto, en 1967, la invité a participar, con unos dibujos suyos, en esa colectiva. También, en una de esas visitas, le hice una entrevista que años más tarde publiqué en la revista KENA de la Cadena Capriles. Lo que sigue, es una pequeña parte de esa entrevista: “Yo nunca había sentido una cosa tan bonita como esa noche en que conocí a Armando. El se parecía a uno de esos artistas de cine. El era muy buenmozo y muy elegante, no como se puso cuando nos mudamos para acá. Acá apenas se vestía. Eso hizo que mucha gente lo confundiera con un loco. Si señor, aquella noche a él le brillaban los ojos como dos luceros, pues no vaya a creer, yo era entonces una muchacha bonita, bonita y delgadita, no como ahora que estoy gorda y vieja. Tienes manos de virgen, me dijo Armando, y carita de ángel asustado”.

Juanita, en 1925.

El Concejal Gallegos Mancera
propone salvar el Castillete de Reverón

    Cuatro años después del fallecimiento de Reverón, el Dr. Eduardo Gallegos Mancera, integrante de la Comisión de Cultura Popular del Concejo Municipal de Caracas, junto con los concejales Alfredo Lafée y Alfredo Rodríguez Amengual, se entrevistaron con el Ministro de Obras Públicas, con la finalidad de solicitar su intervención para garantizar la conservación del Castillete de Macuto. Esa determinación de los ediles se debió a una información aparecida en la prensa nacional, donde se denunciaba el deplorable estado de la casa taller del gran artista venezolano.
    El concejal Eduardo Gallegos Mancera, miembro del Partido Comunista de Venezuela, declaró lo siguiente a la prensa acerca de esa situación: “Con anterioridad nos habíamos enterado que el MOP ejecutaba trabajos en Las Quince Letras, jurisdicción de Macuto. Estos trabajos ponían en peligro la casa del pintor, y en consecuencia, tomando en cuenta la importancia que para el patrimonio cultural del país tendría la preservación del Castillete de Macuto, los concejales propusimos al Cuerpo la intervención en el asunto. Nosotros deseamos que la vivienda del pintor sea convertida en pequeño museo que mantenga vivo el recuerdo del artista en la memoria de las generaciones venideras.

Eduardo Gallegos Mancera.

    Además de la entrevista con el Ministro de Obras Públicas, la misma Comisión de Cultura Popular tratará con el Ministro de Educación y con los familiares de Reverón, la posibilidad de instalar el museo.
    Nosotros pensamos en los materiales endebles de la casa. Sin embargo, suponemos que en caso de organizar el museo, se procederá a la refacción de los techos y paredes”. El Nacional, 31 de julio de 1958. Dieciséis años después de aquella proposición de los concejales de crear el Museo donde se mantuviera viva la memoria del artista, es que se viene a inaugurar el Museo Armando Reverón. Juanita había fallecido dos años antes de ese importante acontecimiento histórico.
    El Castillete ya no existe, fue destruido por el deslave del 16 de diciembre de 1999. A casi 12 años de esa tragedia en el Estado Vargas, todavía no se sabe qué va a pasar con el espacio donde estaba el Museo Armando Reverón.

Ruinas de lo que era la entrada al Museo Armando Reverón,
en Macuto.

La fatalidad persigue al Castillete

    “Desde el mismo instante de su creación – decíamos en un artículo publicado en el Suplemento Cultural de Ultimas Noticias, con fecha 22 de abril de 1978 –, este museo ha tenido una suerte fatal. Pareciera que los diabólicos duendes que le arrebataron la razón al antiguo habitante del Castillete, continúan rondando cada parte del mundo fabuloso que nos dejara Reverón”.
    Durante los cuatro años y medio que permaneció Alirio Oramas al frente de esta institución cultural, no encontró el apoyo suficiente del INCIBA, luego CONAC, para llevar a cabo una mejor organización y proyección de este lugar tan venerado por todos los reveronianos del país. Como si esto no fuera suficiente, un incendio, sucedido el 31 de diciembre de 1977, destruyó una gran parte del Castillete. El fuego, la desidia, la burocracia y la demagogia, fueron, y siguen siendo, enemigos del viejo maestro de la luz. Como también lo fueron los bribones que no le cancelaron las pinturas que se llevaban bajo la promesa de pagarlas “otro día”. Y otros más que lo iban a visitar los fines de semana, para verlo como si él fuera un personaje de circo.
    “Una respetable autoridad”. Así llamó a Reverón el crítico francés Gastón Diehl, quien conoció la obra del pintor al poco tiempo de llegar al país. Diehl vivió varios años en Venezuela, y fue él quien motivó a Margot Benacerraf para que le hiciera una película documental a Reverón en 1951.

Gastón Diehl.
Margot Benacerraf.












    En vida de Reverón se le hicieron tres documentales, sus autores fueron Roberto Lucca, Edgar Anzola y Margot Benacerraf. También se escribieron una gran cantidad de artículos de prensa sobre él, y Alfredo Boulton, Victoriano de Los Rios, Grazziano Gasparini, Ricardo Razetti, y otros más, le tomaron excelentes fotografías. Todo esto demuestra que existía una certera valoración de su obra por parte del sector cultural ¿Entonces por qué se esperó tanto tiempo para darle el Premio Nacional de Pintura?
    En 1940 se crea el Salón Oficial Anual de Arte Venezolano, en aquella ocasión Marcos Castillo y Francisco Narváez, obtienen, merecidamente, no hay duda, los primeros premios de pintura y escultura, respectivamente. En 1953, trece años después de esa ocasión, y poco antes de morir, se le otorga a Reverón el Premio nacional de Pintura, además de los Premios John Boulton y el Federico Brandt. Como para aliviar conciencias y Armando no se fuera “liso” para el cielo.

Armando Reverón, Desnudo Acostado.

    Algunos coleccionistas y el mercado del arte, quizás, se pusieron las pilas e influyeron para darle estos tres premios al pintor poco antes de morir, y de esta manera valorar, en términos monetarios, una obra que desde hacía ya muchos años, tenía un inmenso valor artístico, y que no necesitaba ser validada a través de un premio otorgado, de manera tardía, en un Salón de Arte Nacional.
    Armando Reverón murió el 18 de septiembre de 1954, y las exequias se llevaron a cabo al día siguiente en el Museo de Bellas Artes de Caracas. En aquella ocasión, el periodista Manuel Trujillo, del diario Ultimas Noticias, realizó un reportaje sobre aquel triste acontecimiento, que fue publicado el día lunes 20 de septiembre en el diario ya mencionado. El periodista entrevistó a varios amigos de Reverón que se encontraban en los funerales del artista, los cuales declararon lo siguiente: Gastón Diehl: “Reverón constituye no sólo un gran pintor nacional, sino una de las grandes figuras de la América del Sur. Sugiero abrir una suscripción en gran escala para convertir la casa de Reverón en un Museo”. Marcos Castillo: “Opino que deben convertir en un pequeño Museo al igual que hicieron con la casa del Greco en Toledo. Quiero añadir que Juanita ha sido una admirable y abnegada compañera de Reverón”. Héctor Poleo: “Muy difícil expresar con palabras la magnitud de la obra de Reverón”. Carlos Otero, Director para entonces del Museo de Bellas Artes de Caracas: “Como pintor considero a Reverón uno de los más sinceros, y como hombre con un corazón muy noble. Yo fui compañero de Reverón desde sus inicios en la pintura. Desde joven Reverón dio muestras de ser muy sensible, nervioso, agitado. Tenía sus alzas y sus bajas en ese sentido. Luego se fue a Macuto y construyó su casa encerrándose en ella”.

El cortejo fúnebre sale del Museo de Bellas Artes,
hacia el Cementerio General del Sur.
19 de septiembre de 1954.

    Manuel Trujillo terminó su reportaje diciendo esto: “A las cuatro de la tarde en punto, acompañado de sus compañeros pintores y de numero público, el cadáver de Reverón fue conducido a su tumba. Detrás, rodeada de damas, iba Juanita mirando el féretro del gran pintor con el cual compartió la mayor parte de su existencia. Juanita se quedaba sola”.

    [1] El general Raimundo Fonseca (1844 – 1921) fue candidato a la Presidencia de la República, en las elecciones de 1889, que fueron ganadas por Raimundo Andueza Palacios. También fue el primero en conducir un automóvil desde La Guaira a Caracas, el 4 de febrero de 1912, por la llamada carretera nueva, mandada a construir por el Presidente Carlos Soublette. Raimundo Fonseca era dueño de tres grandes haciendas de cacao en la costa de Ocumare: Hacienda La Fundación, Hacienda Pueblo Nuevo y Hacienda Las Monjas. Esta última se llamaba así, pues había pertenecido a las Reverendas Monjas Concepciones de Caracas. Este general fue, asimismo, una de las primeras personas en construir una casa en El Paraíso, a prueba de temblores, luego del terremoto de 1900.
    En El Cojo Ilustrado N° 226, del 15 de mayo de 1901, aparece un artículo, ilustrado con fotografías, acerca de las casas, a prueba de temblores, que el Dr. Alberto Smith estaba construyendo en El Paraíso. Una de esas casas era del señor Carlos Zuloaga, que fue destruida por un rayo en la madrugada del 10 de septiembre de 1908. “El arte nacional sufrió grandes pérdidas en esta catástrofe – dice una nota publicada el 15 de septiembre de 1908 en El Cojo Ilustrado N° 402 –. El señor Zuloaga poseía en su galería de pinturas y telas notables de Cristóbal Rojas,… de Arturo Michelena,… de Tovar y Tovar, de Herrera Toro, de Mauri, etc., y de muchos artistas extranjeros”. Una de las personas entrevistadas por Ignacia Fombona de Certad, que aparece en su libro Armando Zuloaga Blanco, Voces de una Caracas patricia, dice lo siguiente: “¡Ah! mira, mi mamá siempre nos contaba que el incendio de la casa del Paraíso, de su papá, Carlos Zuloaga, había sido una tragedia, no solamente para ellos, sino para el arte en Venezuela, porque Carlos Zuloaga era un mecenas… El techo del salón era una obra de arte, porque Martín Tovar y Tovar había hecho el boceto del techo del Salón Elíptico en el salón de esa casa, La Batalla de Carabobo, era el boceto del techo de la casa”.
    [2] Gio Ponti nació en Milán el 18 de noviembre de 1891. Se graduó en 1921. En 1928 funda la Revista DOMUS, y luego la Revista Stile, una publicación parecida en contenido a DOMUS. Algunas de sus realizaciones son: La Torre Pirelli y el Palacio Montecatine, ambas en Milán, en caracas llevó a cabo tres proyectos para viviendas particulares, una en el Country Club, para la familia Arreaza, que Ponti llamó La Diamantina, que hace varios años fue derribada, y La Villa Planchart, 1957, situada en la Urbanización Colinas de San Román. La tercera casa no vale la pena mencionarla con detalles, pues ha sido intervenida en diferentes ocasiones, por lo tanto perdió, afirmamos, la autenticidad de su diseño original. Es decir, ya dejó de ser una obra arquitectónica que ejemplarice las realizaciones tan personales de Gio Ponti.
    En el año 2007 vino a Caracas el cineasta Rubino Rubini, con la finalidad de hacer un documental sobre La Villa Planchart, donde incluiría las historias poco conocidas acerca de la construcción de la casa, así como los detalles de diseño y el valor artesanal que existe en cada rincón de esa arquitectura.
    Gio Ponti murió en Italia, el 18 de septiembre de 1979.

FOTOS ANEXAS

Un aspecto del Castillete de Reverón.

Reverón a los
21 años.
Foto tomada al artista,
pocos días antes de morir.












martes, 15 de marzo de 2011

ALGO MAS ACERCA DE LA REPATRIACION DE LOS RESTOS DEL GENERAL JOSE ANTONIO PAEZ

La Revista Ilustrada de Nueva York.
Colección de la Fundación John Boulton.

Napoleón Pisani Pardi

    En la Revista Ilustrada de Nueva York N° 86, febrero de 1888, editada por E. de Losada, y donde su redactor era Nicanor Bolet Peraza, hermano del pintor Ramón Bolet, se publicó un extenso artículo, firmado por el primero de estos dos hermanos, donde se hablaba acerca de las proezas como militar, del General José Antonio Páez, igualmente se hablaba del pronto traslado de las cenizas del prócer llanero a Venezuela. A continuación, parte de aquel artículo:

EL GRAL. JOSÉ A. PÁEZ
N. Bolet Peraza

    “Intensa satisfacción habrá de experimentar todo patriota americano al saber que lo único que nos queda del héroe fabuloso de Colombia, sus venerables cenizas, tendrán al fin sepulcro en la tierra venezolana. Tres lustros hace que en extraño suelo y en tumba prestada reposan; bien que no está en patria agena (sic) aquí en esta América libérrima y grande, la gloria que consagró el empeño de redimir pueblos y constituir naciones soberanas.
    Al hacerse pública la noticia de que los restos del General Páez habrán de ir a su puesto de honor en el Panteón de Caracas, la prensa americana ha revivido las memorias del egregio huésped y ha reproducido los nobles ofrecimientos que pueblo y gobierno hicieran de asociarse con su entusiasmo y con su pompa al acto de trasladar a la nativa patria ese polvo glorioso. Una nave de guerra de los Estados Unidos llevará los restos a Venezuela; y volverá la ciudad de Nueva York a dar muestras de simpatía por el héroe, como lo hizo un día, con inusitado esplendor y espontaneidad cuando por vez primera pisó su hospitalario suelo el viejo soldado, ya sin patria.
    El acontecimiento que se aguarda, y que nos inspira estas líneas no es tan sólo de interés para Venezuela, sino que el tendrá eco simpático en toda la América, Páez es uno de los guerreros que más admiración han despertado en el Nuevo Mundo. Su nombre ha viajado en alas de la Fama; sus épicas proezas han maravillado las imaginaciones y levantado los espíritus; y bardos y prosistas han cantado en verso homérico o narrado en cláusulas sublimes el esfuerzo pujante de su brazo, la intrepidez de su valor y la increíble osadía de sus ímpetus”.

Exequias del General José Antonio Páez en Nueva
York. 1888. Foto cortesía de la Fundación
John Boulton.

    En su libro Caracas Habla en Documentos, 1568-1888, editado por el Banco del Caribe en 1979, el historiador J. A. Armas Chitty publicó un artículo donde un peruano, que vivió en caracas algunos años, hacía una narración de la llegada de los restos de Páez a nuestra ciudad capital.
    Este peruano, de apellido Bloeme, “parece que al exaltar a Páez sólo perseguía probar su antipatía por Bolívar. Este no fue más – lo dice – que el compañero de Páez”. Publicamos sólo fragmentos de la citada narración de Bloeme:
    “La procesión salió de la plaza del ferrocarril de La Guaira que se encuentra un poco más debajo de la capilla Nuestra Señora de Lourdes. Las calles de Caracas, siendo todas rectas, de la estación hasta la plaza de la Catedral, el trayecto que tenía que atravesar la procesión, era recto también y ofrecía un aspecto imponente a la vez que conmovedor: arcos triunfales, banderas, flores, escudos, adornaban en un conjunto precioso todo ese trayecto por donde tenía que pasar el soldado de la Independencia Venezolana; el cual, después de numerosos años venía a descansar en la tierra por la cual murió desterrado”. Y más adelante añadió:
    “La entrada de Páez a Caracas, su llegada a la Catedral en medio de ese inmenso gentío, de ese concurso general de todas las clases de la sociedad, bajo los arcos del triunfo que recordaban sus victorias, acompañada de todos los altos poderes, rodeada del amor, de la veneración de todos los venezolanos, al recordarla me llena de admiración, pues es un acto que pocas he presenciado y que me conmovió.

Ramón Bolet Peraza, La Catedral de Caracas.
1866.

    La iglesia metropolitana recibió los restos del eminente muerto con ese lujo sepulcral, si puedo expresarme así, bajo el cual el Todopoderoso si bien nos indica que no somos nada ante sus designios eternos, a la vez glorifica y bendice a aquellos que por su valor y sus virtudes se han hecho acreedores a la gratitud de los pueblos”. Y finaliza Bloeme su narración con esta frase: “La inmortalidad le acompaña en la tumba”.
    Luis Enrique González, publicó un excelente trabajo acerca de la llegada a Venezuela de los restos de Páez, en su libro La Guaira, dos Siglos de Historia, edición del Concejo Municipal de Caracas, 1983. “El día 7 de abril de 1888, en horas del mediodía, la fortaleza de El Vigía del puerto de La Guaira con repiques de campana y con su conocido código de señales anunciaba que había “fragata americana a la vista”, lo que produjo una gran excitación entre el pueblo del puerto que esperaba arribara dicho buque. La fragata era “Pensacola”, que había salido de Nueva York con los restos del ilustre venezolano el día 24 de marzo, después de haber permanecido cuatro días en capilla ardiente las cenizas del héroe, recibiendo los mas grandes honores del pueblo norteamericano. Fue impresionante y majestuoso el desfile por la Quinta Avenida hasta llegar al embarcadero donde acudió el pueblo en masa a darle el último adiós.

La procesión en la 5ta avenida.
Foto cortesía de la Fundación John Boulton.

    A las dos de la tarde atracó el buque de guerra en la rada, e inmediatamente todos los buques surtos en el puerto izaron las banderas a media hasta, lo mismo hicieron los dueños de los edificios públicos y casas particulares”.
    Fue durante el gobierno del General Hermógenes López, ahijado de Páez, cuando se trajeron al país los restos del prócer llanero. Antonio Guzmán Blanco siempre se negó a repatriar las cenizas de Páez, pues argumentaba que había existido dos Páez: el de la Independencia, Las Queseras del medio, La Mata de Miel, El Yagual, Carabobo y Puerto Cabello, pero que también hubo el de la Cosiata, el de la disolución  de Colombia. Sobre todo el Páez del 46 y 47, el del patíbulo de Calvareño, el de las sentencias de muerte contra el elegido de los pueblos, el de la Revolución con el Gobierno contra aquellas elecciones populares. Es el Páez de la autocracia y el Páez de la oligarquía”.
    Guzmán Blanco es, quizás, el menos indicado para señalar de inconsecuente a José Antonio Páez; siendo él, Guzmán, un desertor de los ideales auténticos del Liberalismo a lo Zamora; siendo él, Guzmán, un hombre ávido de riquezas, un ser vanidoso que se mandó a erigir estatuas, que acosó con saña al sabio y noble Cecilio Acosta, que expulsó a José Martí del país, que les cortó las menguadas becas que el Gobierno les daba a Cristóbal Rojas y a Michelena, que estaban estudiando en la capital de Francia, porque ambos artistas se negaron a cumplir la frívola orden de Guzmán, de ir a seguir estudiando en Roma, pues, por aquella época estaba de moda en Francia que los artistas viajaran a estudiar en Italia… Además, siendo él, Guzmán, quien casó a su hija Carlota con un duque arruinado, para introducirla en el ambiente de la aristocracia europea. Esa boda se llevó a cabo, nada más y nada menos, que en la neoclásica y elitesca iglesia de la Magdalena en Paris. En esta ciudad creó Guzmán la Compañía Francesa de Ferrocarriles Venezolanos, en la que le dio una buena participación en este negocio a su ex-arruinado yerno, el duque de Morny.

Carlota Guzmán Ibarra.
Foto cortesía de la Fundación
John Boulton.
El duque de Morny. Foto
cortesía de la Fundación
John Boulton.














    La historia conoce los graves daños económicos causados al país por esta Compañía Francesa de Ferrocarriles Venezolanos, dirigida por Guzmán y el duque de Morny. Así que por eso, y muchas inconsecuencias más, el Ilustre Americano es el menos indicado para criticar las actuaciones del valeroso patriota José Antonio Páez, de quien ahora nos ocupamos de hablar, con el merecido respeto, acerca de su “vuelta a la Patria”, como lo diría el poeta Antonio Pérez Bonalde, víctima, también, de la intolerancia de Guzmán.
    En la Revista El Cojo Ilustrado N° 102, de fecha 15 de marzo de 1896, se publicaron algunas notas acerca de las acciones heroicas del llanero, escritas por José Antonio Calcaño y César Zumeta, además, de un pequeño texto alusivo al octavo aniversario de la entrada triunfal de los restos del General Páez a Caracas. Asimismo, se publicaron cinco fotografías de los actos efectuados en Nueva York, el 24 de marzo de 1888, con motivo del traslado de las cenizas de Páez a Venezuela. Dos de estas fotografías fueron incluidas en el artículo Arcos de Triunfo, de Duración Efímera, Realizados en el País.

General Hermógenes
López.

    Aquel pequeño texto aparecido en la página 236 de El Cojo Ilustrado, en la parte final dice así: “Gracias mil fueron dadas al General Hermógenes López, entonces Presidente de la República, que supo cumplir noblemente este grande acto de justicia”.
    En julio de 1990, la Fundación John Boulton realizó una exposición en homenaje al General José Antonio Páez. Allí se exhibió las fotografías aparecidas en el libro de Alfredo Boulton, Los Llanos de Páez, publicado en 1950. Donde Boulton hace un relato fotográfico “de los principales sitios por donde Páez creo su historia guerrera. También se muestra una parte de la iconografía del General Páez, así como algunos objetos conmemorativos de la Batalla de Carabobo que pertenecieron a la colección del Dr. Arístides Rojas. Entre éstos sobresale una lanza llanera, la cual consideramos que es de los únicos ejemplares que aún se han conservado en nuestro país”. Esto último, es parte del texto de presentación aparecido en el catálogo de aquella exhibición, que mostró algunos documentos del Archivo de la Fundación John Boulton relativos al General José Antonio Páez.
    “Es con un propósito pedagógico que la exposición que ha organizado la Fundación John Boulton debe verse – dice el texto de presentación –. Es una lección de patria que se aprenderá a través de la documentación que La Casa Boulton ha guardado, reunido y conservado en sus archivos, prácticamente desde el propio momento de la primera presidencia del General Páez, en 1830. Hemos hecho una severa selección de lo que guardamos en nuestros fondos documentales en relación a él, desde la toma de la Fortaleza de Puerto Cabello, en 1823, hasta los de su apoteosis, en ocasión de la llegada de sus cenizas a Venezuela, el 19 de abril de 1888, cuando familiares nuestros estuvieron íntimamente asociados con esa ceremonia, así como también lo fue en Nueva York, en la persona de George William Boulton, y en Caracas, por medio del Dr. Arístides Rojas, Henry Lord Boulton y nuestra propia empresa mercantil”.

Henry Lord Boulton.
Foto extraída de la
publicación La Casa Boulton.
Caracas 1992.

Busto de Arístides Rojas.
Palacio de las Academias.
Caracas














      En los primeros días del mes de marzo, los habitantes de Caracas se preparaban para recibir con entusiasmo a los restos del héroe de Las Queseras del Medio, de Mata de Miel, de El Yagual, de Carabobo y de otras batallas más. Para las fiestas en honor al prócer venezolano, que se iban a llevar a cabo los días 17, 18 y 19 del mes de abril, los negocios El Bon Marché. Calle el Comercio N° 31, y El Magasín Universal. Avenida Sur N° 19, publicaban avisos en el diario La Opinión Nacional, donde anunciaban que estaban vendiendo Corbatas de Ordenanza para las fiestas del General José Antonio Páez. Otro anuncio, aparecido en el mismo diario, decía que el poema Gloria a Páez, escrito por A. Urdaneta, estaba a la venta en todas las librerías de la ciudad.
    También se había organizado una Comisión compuesta por el Ministro de Guerra y Marina, Arístides Rojas, Henry Lord Boulton y Carlos Yanes, que se iba a encargar de todo lo concerniente a la llegada de los restos del General Páez a Caracas. Sobre esta Comisión, y todo lo que ella llevó a cabo para recibir con la mayor dignidad y entusiasmo las cenizas del patriota venezolano, ya hablamos, con mucha precisión, en el escrito acerca de los Arcos de Triunfo, de Duración Efímera, Realizados en el País, que aparece en el Blog.
    Terminaremos este texto, con lo que aparece escrito en una parte del libro VENEZUELA, Historias Civiles e Inciviles, de Francisco Salazar Martínez, editado por Librería Piñango, Caracas, 1978: “El Gobierno de los Estados Unidos colaboró ampliamente en aquellos hechos al poner a la orden una nave y la guardia de honor que custodiaría los restos durante la travesía. A la llegada de los mismos a nuestro país, dieron comienzo las fiestas. Cuenta González Guinán que “la marcha al Panteón Nacional no había tenido precedente, tanto así se esmeraron la acción oficial y el entusiasmo patriótico. El gran cortejo desfiló por la hermosa calle de Carabobo, que estaba adornada con lujo extraordinario: puertas, ventanas y balcones lucían pabellones, coronas y palmas. Los arcos de triunfo ostentaban inscripciones alusivas al héroe y a la lucha magna; y en aquella calle, cuyo antiguo nombre – hoy por desgracia extinguido – recuerda una de sus grandes proezas, estaba todo el pueblo de Caracas, apiñado y entusiasta, como si no hubiese un solo habitante de la capital que no quisiese presenciar la marcha triunfal de Páez hacia los dominios de la inmortalidad”.
    Recomendamos visitar el Museo Casa Páez en Valencia, Estado Carabobo, donde el prócer llanero vivió por varios años. Estando allí, le encargo al pintor Pedro castillo, abuelo materno de Arturo Michelena, la realización de varios murales con los temas de las principales batallas donde él tuvo una actuación relevante. En este museo existe una buena cantidad de armas y otros objetos personales de Páez, como, asimismo, muebles, obras de arte, elementos utilitarios, ornamentales, etc., relacionados directamente con Páez, o con el momento histórico que le toco vivir, y/o, con la cultura regional y nacional, perteneciente a una época posterior a su fallecimiento. Igualmente, cuenta con una excelente biblioteca, de gran utilidad para los estudiantes y para los historiadores, y de la misma manera, a quien, por alguna razón, desea investigar acerca de la vida del valiente General José Antonio Páez.

FOTOS ANEXAS



Llegada del carro fúnebre al
embarcadero en Nueva York.
Foto cortesía de la Fundación
John Boulton.

Honores militares rendidos a Páez,
frente a la casa de la Aduana
en La Guaira. Foto cortesía de
la Fundación John Boulton.












El Escritor Nicanor
Bolet Peraza.
La Revista Ilustrada de
Nueva York. Colección de
la Fundación John Boulton.




Patio del Museo Casa Páez,
en Valencia. Foto cortesía de la
Fundación John Boulton.













Napoleón Pisani. Versión
del autorretrato de
Arturo Michelena.

Cristóbal Rojas.
Autorretrato.














 
Iglesia de la Magdalena, Rue Royale, Paris.