NAPOLEÓN PISANI..,

NAPOLEÓN PISANI.., se encuentra en su estudio y les da a todos los visitantes la más cordial bienvenida...

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viernes, 14 de octubre de 2011

GABRIEL BRACHO

Napoleón Pisani Pardi
Fotos: Oswaldo Bronstein


    Dentro de pocos días, este gran muralista venezolano concluirá el mural El Sindicalismo, en la nueva sede de la Confederación de Trabajadores de Venezuela. A través de esta obra el artista narra gráficamente la historia del movimiento obrero nacional.

    En la Torre Sur 25 de la parroquia Candelaria, futura sede de la Confederación de Trabajadores de Venezuela, fue donde llevé a cabo esta entrevista con el pintor Gabriel Bracho, hombre del Zulia, polémico defensor del arte realista, y vehemente animador del movimiento muralista venezolano. En este hermoso edificio de 18 pisos, el artista está a punto de terminar un mural (con la ayuda del pintor chileno Puente Guajaro) que le fue encargado por la C.T.V., el cual es un homenaje y un reconocimiento a la clase obrera en general, a sus luchas organizativas y a su afán por mejorar al país a través del trabajo permanente. Esta magnífica obra de 6,90 x 10 metros, cuyo título es El Sindicalismo, viene a reafirmar el talento creador del principal promotor del arte de los grandes espacios, del arte en la calle, del arte comprometido con la sensibilidad y los intereses de nuestro pueblo.

-      Bracho, siendo la pintura mural uno de los medios más eficaces para sensibilizar plásticamente a las masas, ¿Cuál crees tú que sea la causa de que en nuestro país no exista un buen movimiento muralista? Cosa, sin duda, que serviría para que el hombre del pueblo, siempre marginado por los encargados de dirigir las instituciones culturales del Estado, se familiarice con el arte y tome conciencia de su importancia en la sociedad.
-         Siempre he creído en el arte público, y ya, desde los años sesenta, logré una página dominical en el diario La Esfera titulada Arte Público. Allí, junto con Rodríguez Llamozas, Claudio Cedeño y Armando Lira, dimos una buena y larga pelea por quebrantar los moldes del arte privado, del cuadro de caballete, que sólo permite que la obra artística sea conocida por quienes asisten a museos, galerías de arte y colecciones privadas. El muralista rompe con esta apropiación del talento artístico y llega de manera directa al público, a quienes transitan por sitios donde hay obras como la de Tovar y Tovar en el Capitolio. En mis rectificaciones sobre el tipo de arte público que propugnamos ya, hoy, los Leonel Durand, Jorge Arteaga, César Rengifo, Pedro León Castro y González Bogen, está el aceptar como expresión ornamental pública, la obra de creadores como Soto, Alejandro Otero, Víctor Valera, Carlos Cruz Diez, Mateo Manaure y otros, pero reservándonos defender el arte social realista, como más propicio a la educación de las masas.


-      Nuestros críticos, por alguna razón muy misteriosa, no ven con buenos ojos a la pintura que plantee problemas de tipo social. ¿A qué crees tú que obedece esta actitud tan sospechosa por parte de estos señores?
-         Para mí no hay ningún misterio en el trabajo que realizan la mayoría de los críticos venezolanos. Responden a lo suyo, a la clase social a la que pertenecen, o a la cual prefieren servir.

-       ¿Qué es lo mejor que se debe hacer: socializar el arte o socializar la comprensión hacia el arte?
-         Una pregunta tan filosófica no es tan fácil de responder sin referirme al Estado como institución. Un Estado Capitalista exige súper estructuras que correspondan a su formación, en consecuencia la socialización del arte participa de la socialización del Estado. Sin embargo, tenemos el caso mexicano y al gobierno de Lázaro Cárdenas, que se vio en la necesidad de nacionalizar el petróleo, pero ya antes Vasconcelos, un visionario para aquel entonces, inició en la preparatoria un muralismo de carácter social realista, empleando a los artistas como simples maestros de escuela. En un país de analfabetos, de luchas diversas, el arte que penetra por los ojos como lenguaje universal, tenía que aparecer. Socialización del arte y su comprensión son el producto exacto de un mismo propósito.

-      La eterna controversia entre los creadores abstractos y creadores realistas, no han hecho otra cosa que confundir al hombre del común, al hombre menos culto, al hombre menospreciado por la gente que “está en algo”. Así que lejos de ayudarlo, esa discusión ha contribuido a su alejamiento de toda manifestación artística plástica. ¿No está ya bueno de tanto enfrentamiento estéril? En fin, yo pienso que los dos bandos tienen razón, puesto que en el arte, a mi pobre entender, no existe una verdad, sino muchas verdades.
-         Tienes toda la razón, pero con el agregado de que las clases elitescas propician un arte “ad hoc”. Por mi parte hace tiempo que abandoné ese “shadow boxing”.

-      Siqueiros dijo que Martín Tovar y Tovar era el mejor de los muralistas latinoamericanos, cuando vio la obra La Batalla de Carabobo en la cúpula del Capitolio Nacional. ¿Qué dijo Gabriel Bracho cuando estuvo frente al Juicio Final de Miguel Angel en la Capilla Sixtina en Roma?
-         Cuando vi por primera vez la Capilla Sixtina, lo que más me sorprendió fue pensar en ese carácter ingenieril que tienen los grandes artistas, pues para resolver una composición de esa conformación, se necesita imaginar tiempo y espacio, en otras palabras, pensar en el público. Hoy yo dispongo en los murales que estoy pintando, especialmente en el de la C.T.V., de grandes auxilios técnicos, como este andamio móvil, que me permite pintar como si estuviera frente a un cuadro de caballete.

-       ¿Qué opinas de la política cultural del Estado?
-         Si supieras que ha mejorado, y me refiero a todos los gobiernos que se han sucedido después de la caída de Pérez Jiménez. Observa como han ido apareciendo obras en la calle, yo mismo he recibido encargos del Estado, como mi mural Boyacá de Miraflores; la Cúpula Vitralística del Ministerio de la Defensa; este mismo encargo de una organización como la C.T.V., producto de la democratización de la cultura.


-      La excesiva comercialización de la pintura de caballete, ha traído como consecuencia que proliferen las malas galerías y los malos críticos, y, también, el desmoronamiento moral de uno que otro crítico, puesto que se han colocado al servicio, de manera solapada, de ciertas galerías del país. ¿Qué crees tú que se debería hacer para remediar este mal?
-         Yo creo que Venezuela está propiciando la creación artística a pesar de los malos comerciantes de las artes plásticas, en otras palabras, no ha sido posible eliminar la buena producción artística, debido a la voluntad del genio creador que existe en nuestro país.

-      Siendo tú un artista de pensamiento revolucionario, ¿por qué razón eres combatido y negado por algunos intelectuales de la izquierda venezolana?
-         El oportunismo cultural de muchos de nuestros políticos, incluso, he sido desautorizado por mis posiciones de defensor de una estética comprometida. Ahora bien, ya viejo, comprendo que en un momento dado, el arte y la cultura no son las mejores medidas para calificar a nuestros dirigentes, me estoy refiriendo precisamente a quienes más respeto y defiendo por sus valores en el campo de las luchas políticas y sociales. Por ejemplo, ¿qué ha sucedido con los encargos del metro?, simplemente que una élite se permitió escoger a ocho o diez artistas, y después invitar al perraje a que concursáramos para ver si se nos permitía colgar alguna obrita por allí, aunque sea en la parada de Gato Negro.


-      Tú fuiste el fundador y el principal animador del Taller de Arte Realista, en el cual militaban, entre otros, Nicolás Piquer, Jorge Arteaga, José Domingo Márquez, Mauro Bello, Antonio Rodríguez Llamozas, Claudio Cedeño y Luis Domínguez Salazar. ¿Qué trascendencia cierta tuvo en nuestro medio esa experiencia?
-         El Taller de Arte Realista sirvió para aglutinar a verdaderos creadores del arte con inclinación popular. Muchos no han podido olvidar esta experiencia. Nuestro Taller se movió por todo el país, y como pintandito hicimos gestiones políticas de envergadura, gestiones que ya habíamos iniciado contra la S.N., es decir, que colocábamos nuestros caballetes en la calle, trabajando en equipo, y hacíamos labores políticas directas con las masas. Esto tendrá que ser reconocido como base de la inclinación popular que existe en el país por la pintura. El Taller de Arte Realista tuvo una vida de cerca de diez años.

-       Los  Tres grandes de la pintura mural mexicana: Siqueiros, Orozco y Rivera, ¿han ejercido alguna influencia en tu obra?
-          Totalmente, porque las escaleras se hicieron para ascender.

-       ¿Qué mensaje podrías darle a la llamada generación de relevo? Si es que a estas alturas las orientaciones y mensajes son tomados en serio por los jóvenes de nuestro medio artístico.
-         Yo creo que si son tomados en serio, y que la juventud venezolana está haciendo obra pública en San Agustín, en el 23 de Enero, y en otras barriadas populares, como nos lo acaba de demostrar el catedrático norteamericano Alan Barnett en su reciente conferencia en la Galería de Arte Nacional. Barnett se llevó de Venezuela una magnífica impresión acerca de nuestro muralismo.

    Son las dos y media de la tarde, se terminó la entrevista que comenzara dos horas antes. Al alejarme de la Torre Sur 25, bella obra de arquitectura paralizada por causa de una absurda intervención, vi de lejos el mural de Bracho, composición de colores y formas vigorosas, que hacía detener el paso apresurado de los transeúntes, y hacía, también, detener los automóviles que pasaban frente a él. Entonces, emocionado, me imaginé a la ciudad con sus grandes paredes cubiertas de murales, modo perfecto de compenetrar con el arte al hombre del común, manera directa de identificarlo con su entorno social y de despertar en él un sentimiento de amor por su “hábitat”.



Entrevista publicada en la revista KENA Nº 419, el día 9 de junio de 1983.

El pintor Gabriel Bracho murió en Caracas el 6 de marzo de 1995.


LA CASA MUSEO GABRIEL BRACHO

El pintor Gabriel Bracho.

    En los Puertos de Altagracia, capital del municipio Miranda del Estado Zulia, se encuentra la Casa Museo Gabriel Bracho, donde nació éste importante creador venezolano, el 25 de mayo de 1915. A comienzo de la década de los años setenta, esta casa fue restaurada para luego ser convertida en museo y abrir sus puertas al público en 1977. En su interior se exhiben dibujos, pinturas, fotografías, grabados, muebles y objetos personales del artista, así como creaciones de otros colegas y amigos del pintor zuliano, tanto venezolanos como extranjeros. El 26 de septiembre de 1993 esta casa fue declarada Patrimonio Museístico y Artístico de la Nación, y posteriormente fue reconocida como Patrimonio Cultural del Estado Zulia. Cuenta con salas de exposiciones, sala audiovisual, y un amplio espacio que, frecuentemente, es utilizado por la comunidad para realizar diversas actividades.
    Laura Cardozo, directora de esta institución cultural, y quien fue amiga de la infancia de Gabriel Bracho, dice lo siguiente: “Esta casa es un ente artístico-cultural, educativo y turístico al servicio de la comunidad y de todos los visitantes. En sus últimos días el pintor me pidió que siempre esta casa estuviera abierta, para beneficio de la cultura de los Puertos de Altagracia, y para dar a conocer, con el mayor respeto y devoción, la vida y la obra de este gran artista plástico de proyección nacional e internacional”.


    En uno de los espacios de esta Casa-Museo, se encuentra un mural, de 120 metros cuadrados, titulado: Los Puertos y el petróleo, el cual refleja la historia regional, los personajes, las fiestas de la localidad y los cambios ocurridos durante la explotación del petróleo a este pueblo anteriormente agrícola y pesquero. Seis años tardo Bracho en realizar esta obra, pues el deterioro de su salud, lo obligaba a tomar varios descansos, para luego recomenzar el trabajo de esta impresionante creación de grandes dimensiones.
    Gabriel Bracho murió en Caracas, luego de batallar durante 17 años contra un cáncer de piel. Poco antes de morir, se le concedió el Premio Nacional de Artes Plásticas que, desafortunadamente, el artista no pudo recibir en vida.


UN HOTEL PARA ANULAR EL MUSEO REVERON

Napoleón Pisani Pardi

Maquinaria trabajando en el acondicionamiento del terreno
donde se construirá el edificio.

    El día sábado 22 de abril de 1978, publicamos un artículo en el Suplemento Cultural del diario Ultimas Noticias, bajo el título de Un hotel para anular el Museo Reverón, donde expresábamos nuestro malestar acerca de la construcción de un gran edificio en la entrada del callejón que da hacia donde se encontraba el Castillete de Armando Reverón. En ese espacio había una hermosa y espaciosa casa de finales del siglo XIX, que Diego Arria le había prometido conservar, a los vecinos de Las Quince Letras, para convertirla en Centro Cultural.
    Luego de publicado ese artículo en Ultimas Noticias, pudimos recabar más de mil ochocientas firmas entre los habitantes de Macuto, Maiquetía y La Guaira, para tratar de paralizar los trabajos de acondicionamiento del terreno para la construcción del edificio. Todas esas firmas, colocadas al final de un texto donde se exponía las razones del desacuerdo de la comunidad acerca de la construcción de aquel edificio, se las entregamos al periodista José Abinadé, director, para entonces, del Suplemento Cultural. El publicó parte de aquellas firmas en el diario Ultimas Noticias, haciendo la aclaratoria de que habían muchas más firmas en reserva.


    En ningún momento pensamos que estas líneas puedan servir para echar atrás la edificación monstruosa que servirá para anular el Museo Reverón. Ya todo está conforme y dentro de los reglamentos previstos en la ley. Las máquinas y los obreros han comenzado a acondicionar el terreno en donde crecerá la mole de concreto, el centro turístico del litoral central, el albergue para los miles de visitantes al país que no conocerán, pues no han venido para eso, a la casa de piedra de Las Quince Letras. A través de estas cuartillas sólo pretendemos drenar nuestra aflicción y nuestra cólera, por ese otro atentado contra la cultura nacional.
    En la Gaceta Municipal de fecha 8 de octubre de 1964, diez años antes de la inauguración del Museo Nacional Armando Reverón, dice, en el artículo 2, lo siguiente: “Se acuerda cumplir los trámites necesarios para la adquisición del referido inmueble, y de los que fueran necesarios para ampliar la sede del Museo”. Tomando en consideración este artículo aparecido en esa Gaceta, el actual director del Museo Reverón, el arquitecto José Luis Garrido, realizó un plan de actividades del Museo, del cual tomaremos algunos párrafos: “El Museo Reverón de La Guaira tiene una gran importancia para el resguardo de la memoria cultural del venezolano, en la medida en que está ubicado en la casa construida por el maestro Reverón, y donde desarrolló una de las etapas más fructífera de su trabajo creador. Sin embargo, esta casa no ha sido hasta ahora administrada con criterio de difusión cultural, ni de centro educativo en relación a la obra de Reverón. Ha privado, hasta ahora, un puro criterio conservacionista de los útiles, objetos y muebles, utilizados por el pintor. Nuestro proyecto de actividades se orientará básicamente a convertir ese espacio histórico en un verdadero centro de animación cultural. Adquisición por compra o arrendamiento de casa o local en la zona adyacente al Museo Reverón para cumplir con los siguientes objetivos:

a)    Creación de espacio de oficinas.
b)    Creación de espacios para salas de exposiciones.
c)    Creación de espacio para depósito de obras de arte.
d)    Creación de espacio cultural para actividades múltiples:
        conferencias, conciertos, teatro, cine y taller de plástica”.

Un aspecto del Caney, donde se puede apreciar su deterioro.

    Indudablemente que todas estas excelentes intenciones ahora no pueden hacerse realidad, puesto que el único espacio disponible ya fue tomado por los dueños del hotel en construcción, quienes, suponemos, pensaran lo bueno que sería convertir en discoteca o en “night club” la casa de ese viejo loco que se llamaba Armando Reverón.
    Desde el mismo instante de su creación, este Museo ha tenido una suerte fatal, pareciera que los diabólicos duendes que le arrebataron la razón al antiguo habitante del Castillete, continuaran rondando cada parte del mundo fabuloso que nos dejara Reverón. Durante los cuatro años y medio que permaneció Alirio Oramas, el director fundador del Museo, al frente de esta institución cultural, no encontró el apoyo suficiente del INCIBA, ahora CONAC, para llevar a cabo una mejor organización y proyección de este lugar tan venerado por todos los reveronianos del país. En unas declaraciones que recientemente diera Oramas a la prensa, dijo lo siguiente: “El proyecto original contemplaba conservar el ambiente del taller del genial pintor, pero con la condición de tener un edificio anexo, preparado como un auténtico museo moderno, es decir, con todos los adelantos técnicos y artísticos para que sirviera de sala de exposición permanente de las obras de Reverón, pues, claro está, no puede existir un museo sin pinturas. Terminado ese edificio, los cuadros y demás obras del fallecido pintor, nos vendrían del Bellas Artes y de colecciones particulares, pero nada de eso se logró. El edificio jamás fue construido y el Museo Nacional Armando Reverón, no pasó de ser una simple idea barajada por algunos entre whisky y whisky en cocteles propiciatorios para la charla inconsistente y cursi”.
    Como si no fuera suficiente estas desatenciones por parte de los organismos culturales del país, los cuales están en la obligación de cuidar y promover los valores que integran el patrimonio artístico de la nación, un incendio, ocurrido el 31 de diciembre del año pasado, destruye una parte del Castillete de Macuto. El fuego, la rapiña, la desidia, la burocracia y la demagogia, son, también, enemigos del viejo maestro de la luz. Todos estos elementos negativos han impedido que se lleve a cabo una programación que sirva para resguardar y proyectar, adecuadamente, la obra del mejor artista plástico que ha dado nuestra historia: Reverón, quien con sus manos, buenas para crear los objetos más extraordinarios y hermosos, y buenas para ejercer los oficios más rudimentarios y pesados, construyó su fortaleza frente al mar, para allí trabajar y albergar su obra portentosa.


    El próximo 10 de mayo se cumplen 89 años del nacimiento de Armando Reverón, una buena oportunidad para celebrar, con gran alegría y devoción, esta fecha tan significativa para el arte nacional. Un motivo excelente para ir a visitar las ruinas del Museo de Las Quince Letras, y para ir a contemplar, con verdadero beneplácito, el movimiento de tierra que hacen los tractores en el terreno donde se construirá el famoso hotel que, en honor al pintor, debería llevar su nombre. Los primeros “chicharrones” en ir a celebrar tan magna fecha en Macuto, serán: Diego Arria, el cual les prometió a los vecinos del Museo, convertir en Centro Cultural la casa que fue demolida, y que estaba en el lugar donde ahora se acondiciona el terreno para construir el hotel; Luis García Morales, con su grupo de ejecutivos de la cultura, quien dirá unas bellísimas palabras sobre la vida y la obra de Reverón; Alirio Oramas y José Luis Garrido, echando cada uno el cuento acerca de sus desafortunadas experiencias como directores del Museo; el Prefecto del Departamento Vargas, explicándole a los presentes que el desarrollo de la economía hotelera, en el litoral central, es de fundamental importancia para el intercambio artístico con otros países; el Gobernador Manuel Mantilla, informándole a los periodistas que para el año 1985, estará terminado un enorme complejo turístico en Naiguatá, que se llamará Juanita Reverón, en honor, por supuesto, de la abnegada compañera del pintor ya fallecido. Sí señor, el 10 de mayo estaremos en Macuto todos los que nos preocupamos por el acontecer artístico de Venezuela, como un sólido y vigoroso bloque humano, para rendirle culto a la memoria del solitario habitante de la casa de piedra, al maestro, sin rival, de la luz tropical, al mago genial de la forma y el color, al zurdo maravilloso que creaba como Dios, etc., etc., etc., quien, en compañía de Juanita y del mono Pancho, estarán, con sus presencias transparentes, ese día en el Castillete de Macuto, para sonreír, con ironía, al contemplar la manera de poner a funcionar, una vez más, la eficaz maquinaria de la principal institución cultural del Estado.